04 junio 2012

transpersonal: los cuerpos sutiles, el cuerpo emocional y el cuerpo mental

El tema de los cuerpos sutiles es algo que afecta a todos los practicantes que trabajan con la energía y tiene que ver con el sentir, el visualizar, el percibir. Vamos a ir al principio. Por ejemplo, cuando el bebé nace, no tiene realmente estructurado, a un nivel vibratorio, el cuerpo emocional: llora, quiere comida, grita, si come se tranquiliza… Las emociones no tienen control, no hay estructura que las controle, no hay nada mental que las controle. Las emociones están fuera de estructura. A medida que el bebé crece, va estructurando el cuerpo emocional, poco a poco, aunque las emociones siguen sin control (grita, tira cosas o las rompe, etc.) y se utilizan para comunicar lo que uno quiere y lo que no. A medida que el niño va llegando a los 6 y 7 años, se va estructurando poco a poco el cuerpo emocional, y si quiere algo o no, lo dice, se empieza a controlar emocionalmente y administra las emociones mejor. 

El cuerpo emocional es también el nivel que ayuda al individuo a sentir. El bebé, desde el vientre, siente si la madre está tranquila, nerviosa, escuchando música, si los padres quieren hacer un aborto o no, etc. El bebé siente todo, lo cual quiere decir que hay un nivel emocional ahí presente pero no está estructurado para administrar esas emociones hasta que uno nazca y crezca varios años.

Donde hay energía hay conciencia, y esa conciencia percibe y siente todo. Entonces, el sentir está ahí desde el principio, y claro, si el niño cuando nace o un poquito después, en esa familia hay problemas graves (el padre o la madre se pelean o cosas así), ese niño puede tomar la decisión de no querer sentir, porque está sintiendo algo que es doloroso y no hay manera de administrarlo adecuadamente, no puede decir: «esto es problema de mis padres, son adultos, no va a pasar nada, seguirán casados…». El niño lo percibe como algo que es el fin del mundo y que es imposible de administrar…  Es demasiado. Entonces, claro, se sienten las emociones pero no hay manera de administrarlas. Por eso muchos psicólogos dicen que en los primeros siete años de vida es cuando los traumas realmente fuertes se instalan, porque es cuando el individuo no tiene recursos para administrar las emociones.
El cuerpo emocional es muy vulnerable porque uno puede estar contento, y con una frase o un gesto o un toque… te cala para el resto de la vida. Es muy frágil. Se va estructurando poco a poco, pero no está garantizado que todos lo vayamos a estructurarlo bien. Hay personas que no son capaces y se pasan la vida entera siendo «infantiles», como se suele decir, son susceptibles, muy sensibles. El cuerpo emocional por naturaleza es frágil. Aunque sea la persona más estructurada del mundo, sale a la calle, pasa algo y se desquicia. El nivel emocional es frágil siempre: es mucho más frágil en la niñez y se va solidificando gradualmente o estructurando hacia la adolescencia o más allá, depende de cómo viva el individuo. El niño tiene el potencial y se está desarrollando poco a poco pero no tiene información, por eso siempre están preguntando el porqué de las cosas, porque necesita información para trabajar el mental. A medida que el individuo va entrando en la pubertad, de promedio, ya tiene unas responsabilidades que hacen que su cuerpo mental tenga que desarrollarse más rápido, en el sentido de que hay una necesidad urgente y tenga que pensar por sí mismo, tome responsabilidades, deje de ser sensible al frío, al cansancio, porque si no se mueren.

Estoy observando que en las diferentes culturas, según la latitud en la que se localicen tienen una configuración determinada. Por ejemplo, en las partes más extremas del hemisferio norte los humanos para sobrevivir allí han tenido que planear qué hacer durante todo el período en el que no va abundar la comida y no va a haber luz. Por necesidad esa gente ha tenido que desarrollar un cuerpo emocional fuerte, mientras que en otras latitudes como aquí en España y más abajo, donde el clima es más cálido el año entero, no hay cambios drásticos, se pueden obtener varias cosechas al año, y esa urgencia por planear no se da. La tendencia es que personas de latitudes más extremas, sea el norte o sea el sur, son más mentales. Pero, ¿qué sucede cuando un individuo desarrolla un cuerpo mental muy poderoso? Que, como el cuerpo emocional es el primero que se desarrolla, es como el cimiento para el cuerpo mental. Si alguien desarrolla un cuerpo mental muy fuerte, es capaz de blindar las emociones. El mental puede convertirse en una capa blindada que oprime al nivel emocional. Y si su trabajo es muy mental, por ejemplo, un investigador, un arquitecto, alguien que tiene que planear cosas y concebir en su mente primero, antes de ponerlas en marcha, esa persona tiene tendencia a que en sus prácticas utilice lo que administra mejor, que es su mente. He estado mirando que las personas que tienen profesiones en las que hay que pensar mucho, planear mucho, administrar mucho, son funciones que hace el mental sin necesidad de las emociones, o personas que tienen muchas responsabilidades a largo plazo y tienen que estructurar, pueden comenzar a investigar el tema del sentir y del imaginar.

Cuando una persona tiene el cuerpo emocional fuerte puede pasar que sea frío emocionalmente, que es lo que pasó con el caso nazi, en el que el mental hizo cerrar las emociones y llevo a cabo acciones increíbles. Lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial con el Tercer Reich es un ejemplo muy claro del mental predominando sobre el emocional. Cuando llegaron los juicios de Nuremberg después y les preguntaron cómo es que pudieron llegar a hacer aquello, la respuesta siempre era la misma: «Seguí órdenes». Obviamente eso se hizo con el mental y el emocional cerrado, si no, se hubieran cuestionado las cosas.
 
El mental puede ser tan fuerte que bloquea al individuo a un nivel emocional, y claro, a la hora de hacer las prácticas  internas, no hay combustible para el desarrollo, no hay combustible para el cohete del espíritu, porque ese espíritu trabaja con energía de las emociones de alta calidad. La persona mental tiene que investigar primero si tiene esas condiciones que decíamos antes del tipo de trabajo, y después, en la práctica cotidiana tiene que hacer un trabajo intensivo con ese poder mental que tiene, porque el cuerpo mental puede ayudar a sentir. Tiene que hacer una investigación más profunda del sentir. Cuando hace su práctica debe estar atento a la temperatura tiene después de los estiramientos para empezar a sintonizar con las diferentes sensaciones corporales, más allá de esa muralla mental que se ha creado sin darse cuenta, y acceder al sentir. Otra cosa que puede hacer es que, cuando llama un familiar o un conocido, intente percibir su estado de ánimo; si está alegre, triste…El mental puede ser un recurso buenísimo para sentir, porque tiene poder de enfoque. Uno tiene que investigar a fondo, porque es una línea muy fina la que separa el imaginar y el sentir. Con unas cuantas semanas el practicante puede tener indicios de que es capaz de sentir. De esa manera, está abriendo el camino para el cuerpo emocional, para que sea igual de relevante que el mental. 
El mental trabaja con el cerebro, y éste es el mayor consumidor de oxígeno del cuerpo, no produce energía, consume. Si la persona se hace muy mental, el cerebro puede ser un dictador: pide energía y está generando pensamientos todos los días hasta el momento de morir. La persona mentalizada puede llegar a un punto en que el cerebro tiraniza al resto del cuerpo. Y como el consumo de oxígeno que hace el cerebro acidifica la sangre, le quita oxígeno, el organismo se hace más rígido, más tenso lo que pasa con la acidez es que no se permite que las emociones fluyan, se expresen. Cuando uno está muy mentalizado, a nivel químico las emociones no fluyen por falta de oxígeno. Por tanto, se está afectando a todo el cuerpo y se puede convertir en un problema serio.

El equilibrio es la clave. Equilibrio entre lo mental que imagina y enfoca y lo emocional que siente y percibe. Sólo así podremos profundizar realmente en las prácticas y asegurarnos de que vamos por el buen camino. Si no, ¿para qué seguir practicando?


     Juan Li