26 julio 2014

humanista: crear una realidad personal consciente y tranquila

La felicidad es una construcción interior, parte de
un paraíso interno. El Paraíso no es ajeno, tú lo pintas y entras después en
él. Tú lo creas y lo re-creas. Tú
¿Podríamos entonces crear nuestro camino hacia
la felicidad? Sí. Es un camino de
consciencia. Es un camino que libera porque no está hecho de dependencias.
Nada que te ate, nada que te amarre, nada
que conduzca al poder te lleva a la felicidad. Más poder no da más felicidad,
si no, más dependencia. Más placer no constituye más felicidad. Más vivir para
los sentidos hace que pierdas el sentido. La felicidad es un camino hacia el
sentido, un sendero que empieza en tu interior y termina en tu interior.
La atención es el momento más importante de
la consciencia, es el momento de la creación en el que descubrimos el presente,
es el tiempo de la sincronicidad, el tiempo de la resonancia. Uno nace al
presente por la renuncia al pasado, al liberar la vida de los
condicionamientos del pasado. Tenemos la vida hipotecada con las expectativas
hacia el porvenir y entonces nos perdemos el lugar de la vida que es este
instante. Este instante es sagrado porque en este instante, y no en otro, vive
el ser. Allí no hay tener, allí no hay placer.

El primer paso a la felicidad es la
autenticidad. La autenticidad es una genuina identidad, una identidad única,
original; es la identidad que nos hace íntegros… La vida es creativa cuando es
única. La vida es arte, se goza, se inventa a cada momento. Cuando eres único
vives la magia del amor. El amor no se gasta, no es repetitivo, no se fatiga,
el amor no es rutina, ni condición… Es una fuerza magnética, atractiva que te
renueva a cada instante.
Cuando te puedes renovar a cada instante
eres único. Cuando eres único, te das cuenta de que eres importante, porque
eres irrepetible y no tienes competencia posible, porque puedes compartir, te
puedes entregar sin temor a perderte y con cada entrega te vas a renovar, te
vas a completar y además, vas a completar al otro con tus ojos, con tu abrazo,
con tu palabra, con tu silencio, con tu compañía, con tu presencia… Así puedes
disfrutar la vida. Primera clave para la felicidad: sé como tú; no como nadie
más, único, irrepetible y original.
Da tu propia nota en la sinfonía de la
creación, esa nota que es necesaria porque no hay dos seres humanos como tú.
Cuando tú no pretendes ser como nadie más que como tú, entonces descubres esa
corriente hermosa del Creador que eres, y entras en el mundo maravilloso de tu
tierra, de tu raíz, de tu savia, entras en el lugar desde el que puedes
re-nacer. Si no tienes ese útero que te está pariendo, que es tu propia
identidad, si no te aceptas, si no te amas, si no te afirmas, nada podrás
encontrar. Autoafírmate para que te completes, para que completes el universo.

La pregunta es: ¿cuentas contigo, te aprecias, te valoras, te reconoces? Ese es
el primer paso en el sendero de la felicidad. Es un paso hacia el interior.
Encuéntrate contigo, en tu centro. Respira profundo y siente la maravilla de la
vida. El sol brilla para ti, los pájaros cantan para ti y el aire y de la magia
de la mañana soplan para ti.
El universo celebra tu presencia cuando tú
te presentas ante ti. Entonces, descubres tu rostro, que no es otro que el del
amor, recuperas tu poder y entras en comunión.
Vives en alegría y levedad y ya no tienes el
peso del cuerpo, de la culpa, del condicionamiento, aceptas tus luces y tus
sombras.
Reconocerás la nota clave de un corazón que
nace y muere a cada instante. La muerte y el renacimiento del corazón es la
sístole y la diástole, dura un solo segundo. En cada segundo el corazón se da
entero. Si el corazón guardara una gota en cada segundo, en una hora tendríamos
insuficiencia cardiaca. Hermoso sería que nosotros pudiéramos atender esa ley
del corazón y así en cada segundo, desde tu identidad, entregar y fructificar
sin medida. Ese fruto dulce de tu vida se hizo para dar.
Cuando ya tengas tu tierra y tu paraíso,
multiplica tus semillas, porque así, dándote, se liberan y es dando como
recibimos. Cuando nos damos descubrimos nuestra genuina identidad, nuestra
tierra, nuestro paraíso. Cuando hay un yo aparece un tú. Entre el tú y el yo se
genera un movimiento de resonancia, de comunicación coherente, de diálogo.
Surge ahí una inteligencia que representa tu capacidad de adaptarte a la vida.
No hay una inteligencia espiritual, separada de la inteligencia molecular. Es
una inteligencia dinámica y adaptativa: tu capacidad de adaptación a la vida.

El segundo movimiento hacia la felicidad es
la adaptabilidad. Adáptate a la vida, al cambio, a la corriente. No te resistas
pues produces calor, desgastas tu energía. Cuando no te resistes, la vida pasa
a través de ti y te refresca y te fecunda.
Necesitas del otro para mirarte, reconocerte,
observarte en ese espejo y poder modificarte y crecer hacia un nuevo ser. Esa
nueva tierra tuya ha sido fecundada por el tú, cuando el tú cabe en el yo,
entonces surge la maravilla del nosotros.
¿De qué esta hecha nuestra vulnerabilidad?
Está hecha de flexibilidad. No tenemos que ser perfectos. Cuando somos
auténticos y a la vez somos flexibles podemos germinar. Cuando el propósito del
alma germina, entonces nos podemos realizar.
La segunda clave es por lo tanto humildad.
La humildad es la clave del aprendizaje, sólo desde la humildad podemos abrir
nuestro corazón y sensibilizar nuestra piel, todas nuestras pieles, la piel de
nuestro campo mental, de nuestro campo emocional y abrirla a la caricia del
cosmos.
Vulnerabilidad, humildad y flexibilidad son
las claves para la nueva vida, para recuperar el poder de servir y disfrutar.
El orgullo nos impide disfrutar, porque el orgullo nos separa. El orgullo
divide y destruye el territorio de la conciencia, que es el territorio del
nosotros.
Dos movimientos pues hasta el presente: El
yo interno que nos conduce a la autenticidad y en segundo lugar la
adaptabilidad para llegarnos al tú y construir un nosotros.
Ahí viene la tercera condición para la
felicidad, la más difícil de todas: la vida cambia y todo muere. No hay nada
constante. Todo muere salvo el cambio. No te resistas al cambio. El cambio te introduce
en una corriente de transformación y transmutación que permite al Espíritu
fecundarte.
El cambio es fuerza transmutadora. No temas
el caos, pues es la matriz del cambio. No temas la oscuridad, pues son
reveladores de la luz. Cuando aceptamos las transformaciones y las
transmutaciones podemos ascender en la savia de la evolución, florecer y dar
nuestro fruto.
Cuando nos reconocemos, encontramos la
crisis aseguradora del cambio. Vivir es un proceso de cambio permanente. Cuando
tenemos crisis, la vida se bifurca y no vuelve a ser la misma.
El cuerpo es un instrumento del ser y el ser
es ese proceso de cambio permanente que nos empuja en un proceso de aprendizaje
continuo… Vivir es encender un fuego interior, es convertir el conocimiento en
sabiduría que nos permite desenvolvernos en un proceso de cambio permanente.
En el presente podemos siempre aprender del
pasado. Podemos cambiar la historia aprendiendo las lecciones. Hay dos tipos de
seres humanos: los aprendices y las víctimas. Tú puedes optar por una u otra
vía. Puedes optar por dejar de ser víctima de tus creencias.
Tú terminas convertido en aquello que crees
de ti. Tú creas el universo en el que crees. Si tú crees que eres culpable, te
castigarás de mil maneras. Si tú crees que no eres digno, te enfermarás.
Podrías, sin embargo, mirar al pasado, con ojos de presente, de presencia y de
amor, no para quedarte en el dolor de tu pasado, sino para aprender la lección
que dejaste de aprender.


Todas las lecciones aprendidas te ayudan a
disfrutar de la Presencia que habita en tu presente. Los problemas los podemos
volver a re-vivir desde la consciencia y no desde la culpa o el
condicionamiento.
El problema no es lo que nos pasó, el problema
es cómo vivimos lo que nos pasó. Si pudiéramos dejar el rol de la víctima,
podríamos resolver esos aspectos cruciales que siguen congelados en nosotros.
La historia no es lo que pasó, sino la
lectura que haces de ella. Si no dejas ir a las cosas, éstas se siguen
reflejando en tu fisiología, en tus relaciones, en tu vida…, turbando tu
felicidad.
La sensibilidad nos puede liberar o nos
puede matar. Si la abordamos desde la posición de la víctima, se convierte en
lágrimas de cocodrilo, en sensiblería y nos predispone a la manipulación que es
el terreno de la inconsciencia. Eso no es una verdadera relación humana, pues
hay posesión, chantaje…
En el terreno de la sensiblería todos somos
víctima. ¡Que se acabe ese territorio de la sensiblería y el chantaje emocional
y asumamos nuestra responsabilidad! Cuando nos duele la vida es que nos estamos
despertando. No necesitamos tantos analgésicos. De pronto, necesitamos un dolor
más grande para saber lo que éramos.
Un día nos duele la vida y la vida nos dice
que también es con nosotros y nos acerca un dolor que es un despertador. Un día
vemos la proximidad de la muerte y ella nos enseña las lecciones más hermosas
de la vida.
Un dolor nos hace sensibles, nos ablanda.
Todo fruto maduro es blando. El amor deja de ser un amor duro y dominante y
casi perfecto y se convierte en ternura, entonces vuelves a nacer. La
sensibilidad nos hace tiernos. Los viejecitos se vuelven tiernos y les cuentan
cuentos a los nietecitos. Inician el camino de regreso, el camino de regreso es
la ternura.
En el seno del caos renacemos.