La felicidad es una construcción
interior, parte de
un paraíso interno. El Paraíso no es
ajeno, tú lo pintas y entras después en
él. Tú lo creas y lo re-creas.
Tú
¿Podríamos
entonces crear nuestro camino hacia
la felicidad? Sí. Es un camino de
consciencia. Es un camino que libera
porque no está hecho de dependencias.
Nada que te ate, nada que te amarre,
nada
que conduzca al poder te lleva a la
felicidad. Más poder no da más felicidad,
si no, más dependencia. Más placer no
constituye más felicidad. Más vivir para
los sentidos hace que pierdas el
sentido. La felicidad es un camino hacia el
sentido, un sendero que empieza en tu
interior y termina en tu interior.
La atención es el momento más importante
de
la consciencia, es el momento de la
creación en el que descubrimos el presente,
es el tiempo de la sincronicidad, el
tiempo de la resonancia. Uno nace al
presente por la renuncia al pasado, al liberar la vida de los
condicionamientos del pasado. Tenemos la
vida hipotecada con las expectativas
hacia el porvenir y entonces nos
perdemos el lugar de la vida que es este
instante. Este instante es sagrado
porque en este instante, y no en otro, vive
el ser. Allí no hay tener, allí no hay
placer.
El primer paso a la felicidad es la
autenticidad. La autenticidad es una genuina
identidad, una identidad única,
original; es la identidad que nos hace
íntegros… La vida es creativa cuando es
única. La vida es arte, se goza, se
inventa a cada momento. Cuando eres único
vives la magia del amor. El amor no se
gasta, no es repetitivo, no se fatiga,
el amor no es rutina, ni condición… Es
una fuerza magnética, atractiva que te
renueva a cada instante.
Cuando te puedes renovar a cada instante
eres único. Cuando eres único, te das cuenta
de que eres importante, porque
eres irrepetible y no tienes competencia
posible, porque puedes compartir, te
puedes entregar sin temor a perderte y
con cada entrega te vas a renovar, te
vas a completar y además, vas a
completar al otro con tus ojos, con tu abrazo,
con tu palabra, con tu silencio, con tu
compañía, con tu presencia… Así puedes
disfrutar la vida. Primera clave para la
felicidad: sé como tú; no como nadie
más, único, irrepetible y original.
Da tu propia nota en la sinfonía de la
creación, esa nota que es necesaria
porque no hay dos seres humanos como tú.
Cuando tú no pretendes ser como nadie
más que como tú, entonces descubres esa
corriente hermosa del Creador que eres,
y entras en el mundo maravilloso de tu
tierra, de tu raíz, de tu savia, entras
en el lugar desde el que puedes
re-nacer. Si no tienes ese útero que te
está pariendo, que es tu propia
identidad, si no te aceptas, si no te
amas, si no te afirmas, nada podrás
encontrar. Autoafírmate para que te
completes, para que completes el universo.
La pregunta es: ¿cuentas contigo, te
aprecias, te valoras, te reconoces? Ese es
el primer paso en el sendero de la
felicidad. Es un paso hacia el interior.
Encuéntrate contigo, en tu centro.
Respira profundo y siente la maravilla de la
vida. El sol brilla para ti, los pájaros
cantan para ti y el aire y de la magia
de la mañana soplan para ti.
El universo celebra tu presencia cuando
tú
te presentas ante ti. Entonces,
descubres tu rostro, que no es otro que el del
amor, recuperas tu poder y entras en
comunión.
Vives en alegría y levedad y ya no
tienes el
peso del cuerpo, de la culpa, del
condicionamiento, aceptas tus luces y tus
sombras.
Reconocerás la nota clave de un corazón
que
nace y muere a cada instante. La muerte
y el renacimiento del corazón es la
sístole y la diástole, dura un solo
segundo. En cada segundo el corazón se da
entero. Si el corazón guardara una gota
en cada segundo, en una hora tendríamos
insuficiencia cardiaca. Hermoso sería
que nosotros pudiéramos atender esa ley
del corazón y así en cada segundo, desde
tu identidad, entregar y fructificar
sin medida. Ese fruto dulce de tu vida
se hizo para dar.
Cuando ya tengas tu tierra y tu paraíso,
multiplica tus semillas, porque así,
dándote, se liberan y es dando como
recibimos. Cuando nos damos descubrimos
nuestra genuina identidad, nuestra
tierra, nuestro paraíso. Cuando hay un
yo aparece un tú. Entre el tú y el yo se
genera un movimiento de resonancia, de
comunicación coherente, de diálogo.
Surge ahí una inteligencia que
representa tu capacidad de adaptarte a la vida.
No hay una inteligencia espiritual,
separada de la inteligencia molecular. Es
una inteligencia dinámica y adaptativa:
tu capacidad de adaptación a la vida.
El segundo movimiento hacia la felicidad
es
la adaptabilidad. Adáptate a la vida, al
cambio, a la corriente. No te resistas
pues produces calor, desgastas tu
energía. Cuando no te resistes, la vida pasa
a través de ti y te refresca y te
fecunda.
Necesitas del otro para mirarte,
reconocerte,
observarte en ese espejo y poder
modificarte y crecer hacia un nuevo ser. Esa
nueva tierra tuya ha sido fecundada por
el tú, cuando el tú cabe en el yo,
entonces surge la maravilla del
nosotros.
¿De qué esta hecha nuestra
vulnerabilidad?
Está hecha de flexibilidad. No tenemos
que ser perfectos. Cuando somos
auténticos y a la vez somos flexibles
podemos germinar. Cuando el propósito del
alma germina, entonces nos podemos
realizar.
La segunda clave es por lo tanto
humildad.
La humildad es la clave del aprendizaje,
sólo desde la humildad podemos abrir
nuestro corazón y sensibilizar nuestra
piel, todas nuestras pieles, la piel de
nuestro campo mental, de nuestro campo
emocional y abrirla a la caricia del
cosmos.
Vulnerabilidad, humildad y flexibilidad
son
las claves para la nueva vida, para
recuperar el poder de servir y disfrutar.
El orgullo nos impide disfrutar, porque
el orgullo nos separa. El orgullo
divide y destruye el territorio de la
conciencia, que es el territorio del
nosotros.
Dos movimientos pues hasta el presente:
El
yo interno que nos conduce a la
autenticidad y en segundo lugar la
adaptabilidad para llegarnos al tú y
construir un nosotros.
Ahí viene la tercera condición para la
felicidad, la más difícil de todas: la
vida cambia y todo muere. No hay nada
constante. Todo muere salvo el cambio.
No te resistas al cambio. El cambio te introduce
en una corriente de transformación y
transmutación que permite al Espíritu
fecundarte.
El cambio es fuerza transmutadora. No
temas
el caos, pues es la matriz del cambio.
No temas la oscuridad, pues son
reveladores de la luz. Cuando aceptamos
las transformaciones y las
transmutaciones podemos ascender en la
savia de la evolución, florecer y dar
nuestro fruto.
Cuando nos reconocemos, encontramos la
crisis aseguradora del cambio. Vivir es
un proceso de cambio permanente. Cuando
tenemos crisis, la vida se bifurca y no
vuelve a ser la misma.
El cuerpo es un instrumento del ser y el
ser
es ese proceso de cambio permanente que
nos empuja en un proceso de aprendizaje
continuo… Vivir es encender un fuego
interior, es convertir el conocimiento en
sabiduría que nos permite desenvolvernos
en un proceso de cambio permanente.
En el presente podemos siempre aprender
del
pasado. Podemos cambiar la historia
aprendiendo las lecciones. Hay dos tipos de
seres humanos: los aprendices y las
víctimas. Tú puedes optar por una u otra
vía. Puedes optar por dejar de ser
víctima de tus creencias.
Tú terminas convertido en aquello que
crees
de ti. Tú creas el universo en el que
crees. Si tú crees que eres culpable, te
castigarás de mil maneras. Si tú crees
que no eres digno, te enfermarás.
Podrías, sin embargo, mirar al pasado,
con ojos de presente, de presencia y de
amor, no para quedarte en el dolor de tu
pasado, sino para aprender la lección
Todas las lecciones aprendidas te ayudan
a
disfrutar de la Presencia que habita en
tu presente. Los problemas los podemos
volver a re-vivir desde la consciencia y
no desde la culpa o el
condicionamiento.
El problema no es lo que nos pasó, el
problema
es cómo vivimos lo que nos pasó. Si
pudiéramos dejar el rol de la víctima,
podríamos resolver esos aspectos
cruciales que siguen congelados en nosotros.
La historia no es lo que pasó, sino la
lectura que haces de ella. Si no dejas
ir a las cosas, éstas se siguen
reflejando en tu fisiología, en tus
relaciones, en tu vida…, turbando tu
felicidad.
La sensibilidad nos puede liberar o nos
puede matar. Si la abordamos desde la
posición de la víctima, se convierte en
lágrimas de cocodrilo, en sensiblería y
nos predispone a la manipulación que es
el terreno de la inconsciencia. Eso no
es una verdadera relación humana, pues
hay posesión, chantaje…
En el terreno de la sensiblería todos
somos
víctima. ¡Que se acabe ese territorio de
la sensiblería y el chantaje emocional
y asumamos nuestra responsabilidad!
Cuando nos duele la vida es que nos estamos
despertando. No necesitamos tantos
analgésicos. De pronto, necesitamos un dolor
más grande para saber lo que éramos.
Un día nos duele la vida y la vida nos
dice
que también es con nosotros y nos acerca
un dolor que es un despertador. Un día
vemos la proximidad de la muerte y ella
nos enseña las lecciones más hermosas
de la vida.
Un dolor nos hace sensibles, nos
ablanda.
Todo fruto maduro es blando. El amor
deja de ser un amor duro y dominante y
casi perfecto y se convierte en ternura,
entonces vuelves a nacer. La
sensibilidad nos hace tiernos. Los
viejecitos se vuelven tiernos y les cuentan
cuentos a los nietecitos. Inician el
camino de regreso, el camino de regreso es
la ternura.
En el seno del caos renacemos.