La terapia craneosacral es una
técnica que comenzó a estudiarse a principios del siglo XX. Durante un par de
décadas se realizaron multitud de experimentos y pruebas hasta desarrollar un
sistema basado en la palpación con el que podía examinar y tratar dolencias a
través de los huesos del cráneo. Actualmente se emplea con éxito en migrañas, estrés o ansiedad, por mencionar algunas de los casos recomendados.
Posteriormente, en 1970, el cirujano
Jhon E. Upledger durante una operación de cuello observó un movimiento rítmico
en el tejido membranoso. Tras una labor de investigación, sobre un tema del que
apenas existía documentación previa, llegó a la conclusión de que ese pulso provenía
de la duramadre espinal. Se le denominó Impulso Rítmico Craneal (IRC). Combinó así sus descubrimientos con los datos
obtenidos por su antecesor y creador de la técnica, el Dr. Shuterland. En 1975
y al frente de un equipo de médicos, biofísicos y anatomistas, pudo demostrar
científicamente el funcionamiento de esta terapia.
A grandes rasgos, un cuerpo humano está compuesto por esqueleto,
músculos y órganos. Tanto los músculos como los órganos se hayan envueltos en
una fina bolsita membranosa, como si estuvieran recubiertos por una especie de
film transparente, lo que se conoce como fascia. Por lo tanto, si eliminamos
los tres componentes básicos –huesos, músculos y órganos–, nos quedaría un
humano compuesto por bolsitas de film transparente. Estas fascias
que recubren todo el cuerpo están en contacto unas con otras, y por lo tanto cualquier cambio se transmite rápidamente entre las membranas.
Con esta premisa, la teoría del sistema
craneosacral es que el IRC se propaga ya no solo por la duramadre, sino por
todo el entramado de fascias, y que la carga de información del IRC es
recíproca. ¿Esto qué quiere decir? Pues básicamente que todo lo que le ocurra
al organismo repercutirá en ese ritmo del líquido que envuelve al cerebro y la médula espinal y que al trabajar sobre ese pulso rítmico también cambiarán las demás estructuras del cuerpo. No es maravilloso!
De esta forma el terapeuta puede sentir, con la
simple imposición de manos en la cabeza de un paciente, una contractura en el
músculo dorsal o llegar a intuir una congestión en el vientre. Pero no
solamente son percibidas las alteraciones meramente físicas, la terapia
craneosacral va todavía más lejos y percibe también alteraciones psíquicas.
Por lo tanto, todo,
absolutamente todo lo que le ocurre a un ser humano, ya sea de origen físico o
psicológico, queda registrado en el IRC, y puede ser sanado a
través de la colocación y manipulación de las manos expertas sobre el cráneo
del paciente.
Durante el proceso de
psicoterapia la psique moviliza las experiencias vividas junto a un
procesamiento emocional vinculado a esas experiencias. Todo ello se transmite a
lo largo y ancho de nuestro cuerpo y si en alguna zona no llegase, o bien si
todo el cuerpo está disociado, nos indica precisamente donde poder intervenir
con las terapias manuales para ayudar en la integración final de la terapia.
Cualquier emoción sentida se transmite como una onda por un cuerpo compuesto de
un 70% de líquido y es desde este líquido corporal que podemos seguir
trabajando. A día de hoy sabemos que el líquido cefalorraquídeo no sólo se
encuentra dentro del cráneo y columna, sino que llega hasta las puntas de
nuestros dedos. Por ello, la anomalía en un órgano o la tensión muscular pueden
servir de puerta para poder completar el procesamiento de la
situación de conflicto vivida por el paciente.
Una experiencia traumática
trabajada en la consulta provocará obviamente una reverberación en todo el
organismo, que quizás ya estaba registrada en la memoria corporal desde su origen.
Por ello, después del trabajo psicoemocional es de una gran ayuda escuchar lo
que el cuerpo tiene que decir para la asimilación completa. El trabajo desde la
Biodinámica Craneosacral permite tanto la integración de lo expresado con palabras como una verbalización más consciente en las siguientes sesiones. He podido
constatarlo en casos de trauma corporal, como la bulimia nerviosa o simplemente
de un guión de vida de fracaso, donde el trabajo sobre la autoestima del paciente comienza a
transformar todo su Ser con el trabajo
integrado de psicoterapia y craneosacral. Es como entrar en una danza entre palabra y sensación.
Si te interesa profundizar en la comprensión de la terapia Craneosacral, te recomiendo la charla de Michel Laloux que ha estudiado durante años la repercusión de los focos de tensión a nivel cerebral combinado con los estudios del Dr. Hammer.