29 mayo 2013

transpersonal: la mirada del inconsciente en desarrollo



Freud dijo que la meta de la terapia era hacer consciente lo inconsciente. Verdaderamente, hizo de este postulado el núcleo de su trabajo como teórico. 

Carl Jung, joven colega de Freud, se dedicó a la exploración del “espacio interno” a través de todo su trabajo. Se lanzó a la tarea equipado con los antecedentes de la teoría freudiana, por supuesto, y con un conocimiento aparentemente inagotable sobre mitología, religión y filosofía. Pero era especialmente audaz en el simbolismo de tradiciones místicas complejas tales como gnosticismo, alquimia, cábala y tradiciones similares en el hinduismo y el budismo.

Jung estuvo muy interesado en cuestiones relacionadas con la muerte, con el territorio de los muertos y el renacimiento de los mismos. Para él, esto representaba el inconsciente mismo. No aquel “pequeño” inconsciente del que Freud hizo tan grande, sino un nuevo inconsciente colectivo de la humanidad. Un inconsciente que podía contener todas las muertes, no solo nuestros fantasmas personales. Jung empezó a considerar que los enfermos mentales estaban poseídos por estos fantasmas, en una época donde se supone que nadie creía en ellos. Con el solo hecho de “recapturar” nuestras mitologías, entenderíamos estos fantasmas, nos sentiríamos cómodos con la muerte y así superar nuestras patologías mentales.

Los críticos han sugerido que Jung estaba simplemente enfermo cuando todo esto ocurrió. Pero Jung creía que si queremos entender la jungla, no nos podemos contentar con solo desplazarnos por sus alrededores. Debemos entrar en ella, no importa cuán extraña o aterradora pueda verse.

La teoría de Jung divide la psique en tres partes. La primera es el Yo, el cual se identifica con la mente consciente. Relacionado cercanamente se encuentra el inconsciente personal, que incluye cualquier cosa que no esté presente en la consciencia, pero que no está exenta de estarlo. El inconsciente personal sería como lo que las personas entienden por inconsciente en tanto incluye ambas memorias, las que podemos atraer rápidamente a nuestra consciencia y aquellos recuerdos que han sido reprimidos por cualquier razón. La diferencia estriba en que no contiene a los instintos, como Freud incluía.

Después de describir el inconsciente personal, Jung añade una parte al psiquismo que hará que su teoría destaque de las demás: el inconsciente colectivo. Podríamos llamarle sencillamente nuestra “herencia psíquica”. Es el reservorio de nuestra experiencia como especie; un tipo de conocimiento con el que todos nacemos y compartimos. Aún así, nunca somos plenamente conscientes de ello. A partir de él, se establece una influencia sobre todas nuestras experiencias y comportamientos, especialmente los emocionales; pero solo le conocemos indirectamente, viendo estas influencias.

Existen ciertas experiencias que demuestran los efectos del inconsciente colectivo más claramente que otras. La experiencia de amor a primera vista, el deja vu (el sentimiento de haber estado anteriormente en la misma situación) y el reconocimiento inmediato de ciertos símbolos y significados de algunos mitos, se pueden considerar como una  conjunción súbita de la realidad externa e interna del inconsciente colectivo. Otros ejemplos que ilustran con más amplitud la influencia del inconsciente colectivo son las experiencias creativas compartidas por los artistas y músicos del mundo en todos los tiempos, o las experiencias espirituales de la mística de todas las religiones, o los paralelos de los sueños, fantasías, mitologías, cuentos de hadas y la literatura.

Un ejemplo interesante que actualmente se discute es la experiencia cercana a la muerte. Parece ser que muchas personas de diferentes partes del mundo y con diferentes antecedentes culturales viven situaciones muy similares cuando han sido “rescatados” de la muerte clínica. Hablan de que sienten que abandonan su cuerpo, viendo sus cuerpos y los eventos que le rodean claramente; de que sienten como una “fuerza” les atrae hacia un túnel largo que desemboca en una luz brillante; de ver a familiares fallecidos o figuras religiosas esperándoles y una cierta frustración por tener que abandonar esta feliz escena y volver a sus cuerpos. Quizás todos estamos “programados” para vivir la experiencia de la muerte de esta manera.

Jung nos brinda tres principios. El primero de ellos es el principio de los opuestos. Cada deseo inmediatamente sugiere su opuesto. Por ejemplo, si tengo un pensamiento positivo, no puedo dejar de tener el opuesto en algún lugar de mi mente. De hecho, es un concepto bastante básico: para saber lo que es bueno debo conocer lo malo, de la misma forma que no podemos saber lo que es negro sin conocer lo blanco; o lo que es alto sin lo bajo.

De acuerdo con Jung, es la oposición la que crea el poder (o libido) del psiquismo. Es como los dos polos de una batería, o la escisión de un átomo. Es el contraste el que aporta la energía, por lo que un contraste poderoso dará lugar a una energía fuerte y un contraste débil provocará una energía pobre.

El segundo principio es el principio de equivalencia, donde la energía resultante de la oposición se distribuye equitativamente en ambos lados. Bueno, eso depende de la actitud que uno tome con respecto a ese deseo no satisfecho. Si mantenemos ese deseo de forma consciente, es decir, que somos capaces de reconocerlo, entonces provocamos un aumento de calidad en el funcionamiento psíquico y crecemos. 

Si por el contrario, pretendemos negar que este pensamiento estuvo ahí y lo suprimimos, la energía se dirigirá hacia el desarrollo de un complejo. El complejo es un patrón de pensamientos y sentimientos suprimidos que se agrupan (que establecen una constelación) alrededor de un tema en concreto proveniente de un arquetipo. O si un hombre niega su lado emocional, su emocionalidad puede encontrar su forma de expresión dentro del arquetipo de anima.

Aquí es donde empiezan los problemas. Si pretendemos que en toda nuestra vida somos absolutamente buenos, que ni siquiera tenemos la capacidad de mentir y engañar, de robar y matar, entonces cada vez que seamos buenos, nuestra otra parte se consolidará en un complejo alrededor de la sombra. Ese complejo empezará a tomar vida propia y te atormentará de alguna manera. 

Si el complejo dura mucho tiempo, puede llegar a “poseerte” y puedes terminar con una personalidad múltiple. En la película “The Three Faces of Eve” (Las Tres Caras de Eva), Joanne Woodward daba vida a una mujer dulce y retraída que eventualmente iba descubriendo que salía a la calle los sábados en la noche, asumiendo una identidad contraria. No fumaba, y sin embargo encontraba paquetes de cigarrillos en su bolso; no bebía, más se levantaba con resaca y no flirteaba con hombres, aunque encontraba ropas en su habitación de lo más sexy. Es importante decir aquí, que a pesar de que el trastorno de personalidad múltiple es raro, cuando aparece no tiende a presentarse de una manera tan extrema.

El último principio es el principio de entropía, el cual establece la tendencia de los opuestos a atraerse entre sí, con el fin de disminuir la cantidad de energía vital a lo largo de la vida. Jung extrajo la idea de la física, donde la entropía se refiere a la tendencia de todos los sistemas físicos de solaparse; esto es, que toda la energía se distribuya eventualmente. Si, por ejemplo, tenemos un calefactor en la esquina de una habitación, con el tiempo el salón completo se calentará.

Cuando somos jóvenes, los opuestos tienden a ser muy extremos, malgastando una gran cantidad de energía. Por ejemplo, los adolescentes tienden a exagerar las diferencias entre sexos, siendo los chicos más machos y las chicas más femeninas, por lo que su actividad sexual está investida de grandes cantidades de energía. Además, estos oscilan de un extremo a otro, siendo locos y salvajes en un momento y encontrando la religión en otro.

A medida que nos vamos haciendo mayores, la mayoría de nosotros empieza a sentirse cómodos con nuestras facetas. Somos un poco menos idealistas e ingenuos y reconocemos que somos una combinación de bueno y malo. Nos vemos menos amenazados por nuestros opuestos sexuales y nos volvemos más andróginos. Incluso, en la edad de la vejez, las mujeres y los hombres tienden a parecerse más. Este proceso de sobreponernos por encima de nuestros opuestos, el ver ambos lados de lo que somos, es llamado trascendencia.

La meta de la vida es lograr un self. El self es un arquetipo que representa la trascendencia de todos los opuestos, de manera que cada aspecto de nuestra personalidad se expresa de forma equitativa. Por tanto, no somos ni masculinos ni femeninos; somos ambos; lo mismo para el Yo y la sombra, para el bien y el mal, para lo consciente y lo inconsciente, y también lo individual y lo colectivo. Y por supuesto, si no hay opuestos, no hay energía y dejamos de funcionar. Evidentemente, ya no necesitaríamos actuar.

Si intentamos alejarnos un poco de las consideraciones místicas, sería recomendable que nos situáramos en una postura más centralista y equilibrada de nuestra psique. Cuando somos jóvenes, nos inclinamos más hacia el Yo, así como en las trivialidades de la persona. Cuando envejecemos (asumiendo que lo hemos hecho apropiadamente), nos dirigimos hacia consideraciones más profundas sobre el self y nos acercamos más hacia una comprensión más global y esencial de la gente, de la vida y del mismo universo. La persona que se ha realizado, es decir, que ha desarrollado su sí mismo su self, es de hecho menos egocéntrica.

El equilibrio o balance de los opuestos ha encontrado también su contraparte en otras teorías. Autores como Alfred Adler, Otto Rank, Andreas Angyal, David Bakan, Gardner Murphy y Rollo May hacen referencias a la búsqueda de un equilibrio entre dos tendencias opuestas, una dirigida al desarrollo individual y la otra hacia el desarrollo del interés social o compasión. 

Jung tiene mucho en común con los humanistas y existencialistas. Jung cree que estamos hechos para el progreso, para movernos en una dirección positiva, no solamente con un fin adaptativo, como los freudianos y los conductuales defienden. Su idea final del proceso vital es muy similar a la autorrealización. 
 

08 mayo 2013

bioenergética: otra manera de atender las emociones del adolescente

En la adolescencia nuestros hijos se enfrentan a multitud de cambios físicos, psicológicos, sociales y emocionales. Tienen que dejar atrás la infancia para entrar en la edad adulta.

La necesidad de sentirse parte de un grupo y la aceptación en el mismo cobra una gran importancia para el adolescente, de niño su grupo social era primordialmente la familia y ahora necesita formar parte de un grupo formado por sus iguales. Este hecho puede provocar el rechazo a los padres, que ayudaremos con BEECH-haya.

Cada niño hará lo posible para adaptarse al grupo y adoptara el papel que mejor le resulte: si intenta complacer, imitando, complaciendo exageradamente a todos o a algún miembro que considere influyente incluso tolerando maltrato o vejaciones, el remedio apropiado será CENTAURY-centaura, PINE-pino, CHESTNUT BUD-brote de castaño blanco. Si tiene problemas debido a la timidez, hace esfuerzos por relacionarse pero a menudo se retrae, aísla, se siente intimidado por otros más efusivos, podemos apoyar tomando MIMULUS-mimulo, WALLNUT-nogal. Si no sabe que viento le sopla y hace cuanto le dicen, CERATOceratostigma. Si se ha convertido en el payaso del grupo deberemos pensar en AGRIMONY-agrimonia o MIMULUS-mimulo.

Si se ha convertido en el líder del grupo y desafía abiertamente las normas de los padres y profesores, tiene pocos escrúpulos y no duda en utilizar a sus allegados con fines meramente personales, podríamos pensar en VINE-vid, este remedio les conferirá algo de bondad convirtiéndole en un líder provechoso. Para sus “súbditos” mas entregados, aquellos que se encargan de hacer cumplir la ley dictada por el líder, los que pelean por las ideas del grupo, los que se movilizan por la causa, les sugeriremos VERVAIN-verbena, para que calmen su ansiedad de cambiar el mundo y se lo tomen con mas calma. 

Si siempre quieren ser el centro de atención, hablando por los codos con cualquiera que pase por alli, sin importarle demasiado la opinión ajena, entraría en acción HOLLY-acebo. Este autocentramiento puede esconder un terrible vacío emocional, un gran miedo a la soledad y el posible abandono.

Si se sienten rechazados o excluidos pueden originar reacciones diferentes. Si se sienten incomprendidos, agraviados por el mundo pueden generar sentimientos de rencor WILLOW-sauce. Si además se convierten en unos aguafiestas, WILLOW-sauce. Si generan rabia, violencia, desconfianza, celos, HOLLY-acebo. Si se convierten en súper criticones, BEECH-haya. Si son aparentemente serviciales, se hacen los imprescindibles, pero en el fondo son manipuladores y utilizan el chantaje emocional para retener a sus amistades, CHICORY-achicoria. 

Cuando se dan por vencidos, aceptando que no forman parte de ningún grupo, pueden desarrollar estrategias diferentes, que van desde la depresión, a pensar en MUSTARD-mostaza, GORSE-aulaga, GENCIAN-genciana, LARCH-alerce; la apatía HORNBEAM-hojarazo, WILD ROSE-rosa silvestre; o pueden optar por crearse su propio mundo CLEMATIS-clemátide, WATER VIOLET-violeta de agua. 
Estos roles que se adoptan en la infancia y se asumen en la adolescencia nos acompañaran el resto de nuestras vidas, marcando nuestra personalidad, de ahí la importancia de este periodo. Las esencias florales les pueden ser muy útiles, siempre formuladas de manera personalizada.