26 junio 2012

humanista: el trauma y el cuerpo

Los espectaculares avances en el ámbito de la neurociencia a lo largo de la última década han conducido al desarrollo de nuevos e importantes avances respecto a la forma en que la mente y el cerebro humano procesan las experiencias traumáticas. Sabemos que la mente es capaz de organizar nuestras emociones y nuestros impulsos, la mente no parece estar particularmente bien dotada para suprimir totalmente las emociones, los pensamientos y los impulsos deseados. A consecuencia de ello, los seres humanos parecemos estar condenados a acomodarnos a nuestros anhelos irracionales y nuestras emociones indeseadas de miedo, rabia, indefensa, desesperación, sin que jamás lleguemos a ser capaces de dominarlas por completo. La investigación neurocientífica lleva recorrido un largo camino en lo relativo a clarificar por qué los mismos estímulos que a unas personas les complacen, a otras les irritan.
Rudolfo Llinas resume la relación entre la acción y el cerebro de la siguiente manera: "con objeto de orientarse en el mundo, cualquier persona que se mueva activamente tiene que ser capaz de predecir lo que va a pasar y encontrar el camino hacia donde quiere ir. La predicción tiene lugar a través de la formación de una imagen sensoriomotriz sobre la base del oído, la vista o el tacto, que contextualiza el mundo exterior y lo compara con el mapa interno ya existente. Vivenciamos las combinaciones de sensaciones y el impulso a la activación física bajo la forma de una emoción"
Los psicoterapetuas formados en el modelo psicodinámico, psicoanalítico o cognitivo, han desarrollado la habilidad de escuchar el lenguaje y las emociones del paciente. Aunque la mayoría de los terapeutas han sido debidamente formados para advertir los movimientos del cuerpo, el hecho de trabajar directamente con la experiencia encarnada, con las vivencias corporales del paciente, se considera en gran media como algo secundario o marginal en el plan de intervención terapética.

La psicoterapia sensoriomotriz aborda el cuerpo como un elemento central dentro del campo terapéutico de la conciencia, desde la observación continua de las señales del cuerpo. Se inspira en el método Hakomi, modalidad de psicoterapia de orientación corporal impulsada por Ron Kurtz, incorporando la técnica psicodinámica, cognitivo-conductual, la neurociencia, la teoría del apego y la teoría de la disociación.

Los pacientes que padecen traumas no resueltos casi siempre habaln de vivencias corporales desreguladas. Así se reproduce a nivel corporal una cascada incontrolable de emociones y sensaciones físicas intensas desencadenadas por los recuerdos de la traumatización. La capacidad de asimilar la experiencia traumática en el contexto de la narrativa todavía no está al alcance de estas personas, debido a que los recuerdos traumáticos no están codificados dentro de la memoria autobiográfica y a la activación fisiológica recurrente generando una sensación somática de amenaza, un terror mudo.

Pat Oden, creadora de este abordaje, propone utilizar la sabiduría del cuerpo siguiendo sus patrones como la postura, la tonicidad, la respiración, la expresión facial, la voz, los micromovimientos de cualquier parte del cuerpo para apoyar el proceso terapéutico. En la medida que el paciente expande su umbral de tolerancia de los síntomas, recupera su energía vital y normaliza progresivamente la situación. Las memorias traumáticas están almacenadas en el cerebro y provocan una sensación de estar atrapado en el pasado. Tabajar sobre la secuencia temporal durante el proceso de tratamiento ayuda a integrar el momento actual fuera de peligro (Van der Kolk). La teoría polivagal, de Stephen Porges, explica como el miedo afecta al mantenimiento del trauma, cuando ni la lucha ni la huida es ya una opción. Esta memoria afecta profundamente en las relaciones sociales necesitando una atención especial. En recientes investigaciones se ha demostrado que ciertos tipos de música interactúan con el nervio vago ayudando a la superación del trauma.