28 septiembre 2014

bioenergética: el sindrome del intestino y la psicología para el tratamiento de problemas mentales

El síndrome del intestino y la psicología (GAPS) establece una conexión entre las funciones del sistema digestivo y las del cerebro. El término fue creado por la doctora Natasha Cambpbell-Mc-Bride (experta en nutrición humana y neurología) en 2004 después de trabajar con cientos de niños con problemas psiquiátricos y neurológicos, como trastornos del espectro autista, déficit de atención de hiperactividad (TDA/TDAH), esquizofrenia, dislexia, dispraxia, depresión, trastorno compulsivo obsesivo, trastorno bipolar, trastornos de la alimentación y otros trastornos neuropsicológicos.

Cuando examinamos a estos pacientes en la clínica, encontramos que además de padecer de las llamadas enfermedades de la mente, también están físicamente enfermos. Padecen de trastornos digestivos, malnutrición, alergias, asma, eccema, cistitis crónica, cándida y generalmente son muy delicados con la comida. Estas condiciones representan una parte típica del cuadro clínico.
Una flora intestinal que funciona apropiadamente es el brazo derecho del sistema inmune. Las bacterias beneficiosas en el intestino aseguran la producción apropiada de las diferentes células inmunitarias. Hay dos “ejércitos” principales en el sistema inmune. En primer lugar las Th1 (células T ayudante tipo 1), que promueven la llamada inmunidad mediada por células, localizada en cualquier parte en la que el cuerpo tenga contacto con el mundo exterior. Su labor es luchar contra infecciones en las membranas mucosas, piel y células interiores. Es la primera y muy eficaz barrera ante cualquier infección en el cuerpo. La IgA es asignada a este sistema al igual que la interleucina 2 (IL-2), la interleucina 12 (IL-12), el interferón gamma y otras sustancias. Como ya hemos visto, la flora del intestino sano desempeña un papel extremadamente importante para mantener esta parte activa del sistema inmune.
Cuando la flora corporal está dañada, esta parte de la inmunidad se hace menos eficiente y comienza a dejar pasar toxinas y microbios a través del organismo. El cuerpo responde activando el segundo ejército en el sistema inmune. Las Th2 (células T ayudante tipo 2) son responsables de la inmunidad humoral o inmunidad de los líquidos del cuerpo. Los principales contendientes en este sistema son las interleucinas 4, 5, 6 y 10, el interferón alfa y la inmunoglobulina E (IgE). Esta última es el “maestro” de las reacciones alérgicas en el cuerpo, y es muy activa en personas con asma, eccema, fiebre del heno y otras alergias. En una persona con una flora intestinal anormal el sistema Th2 se hiperactiva, lo cual predispone a la persona a sufrir reacciones atópicas o alérgicas, inflamación crónica, enfermedades autoinmunes y muchos otros efectos indeseados. Igual que los civiles armados con las herramientas incorrectas y sin entrenamiento para luchar, el sistema Th2 no podrá defender el organismo de manera apropiada.
Los seres humanos necesitamos las células Th1 y Th2 en nuestro cuerpo, pero tienen que estar en equilibrio. El desequilibrio entre Th1 y Th2, de Th1 con baja actividad y Th2 hiperactiva, es un cuadro típico de infecciones virales crónicas, alergias, síndrome de fatiga crónica, candidiasis, asma, eccema, autismo y otras afecciones del síndrome GAPS. ¿Por qué? Porque todas estas enfermedades, aunque parecen muy diferentes, tienen una cosa en común –una disbiosis intestinal o una flora intestinal anormal, la cual es el mayor agente de equilibrio entre las inmunidades Th1 y Th2. Continuando con la analogía del fuerte, es la flora intestinal la que mantiene grandes cantidades de soldados en los muros, alerta, bien entrenados y siempre listos para luchar. Cuando la flora intestinal no funciona correctamente, los soldados se hacen perezosos y están relajados, algunos de ellos entran en el fuerte para ayudar a los civiles a efectuar sus trabajos, y el número de soldados en los muros del fuerte se reduce, logrando que las Th1 adquieran una inmunidad débil y desequilibrada con respecto a la inmunidad Th2.

Hasta donde se sabe científicamente, un bebé antes de nacer es estéril. Su cuerpo no tiene bacterias, virus ni hongos en su interior.
Cuando llega el momento del nacimiento, el bebé recibe su primera dosis de microbios al pasar por el canal del parto. Su piel, ojos, membranas mucosas de la boca y la nariz, adquieren su primera microflora. El sistema digestivo del bebé obtiene su primera población de bacterias, virus y hongos a través de los líquidos que traga en la vagina de la madre. Así que, sea lo que sea lo que vive en la vagina de la madre, es lo que el bebé recibe.
El establecer una flora intestinal adecuada en un bebé recién nacido en los primeros días de su nacimiento, juega un papel crucial en la maduración apropiada de su sistema inmune. Si el bebé no adquiere una flora apropiada entonces tendrá un sistema inmune comprometido. Este sistema inmune comprometido no podrá reaccionar de forma normal contra las agresiones del medio ambiente, como resultado el bebé tendrá infecciones que serán tratadas con antibióticos, los cuales dañarán su flora intestinal aún más produciendo un efecto más negativo.
La mezcla diferente de toxicidad en cada niño o adulto con GAPS puede ser muy diferente, pero lo que todos ellos tienen en común es una disbiosis intestinal. La toxicidad, la cual es producida por la masa microbiana anormal en estas personas, establece una conexión entre el intestino y el cerebro. Por eso se ha agrupado a todos estos trastornos y la doctora Campbell-McBride le ha llamado El síndrome del intestino y la psicología o GAPS.

Los niños y adultos con GAPS presentan síntomas de autismo, TDA, TDAH, dislexia, dispraxia, esquizofrenia, depresión, trastornos de sueño, alergias, asma, eccema y cualquier posible combinación entre todos los tastornos anteriores.
Estos son los pacientes que caen en nuestra categoría del GAPS dentro de nuestro conocimiento médico. Cualquier niño o adulto con una inhabilidad para el aprendizaje, neurológica o con problemas psiquiátricos deberá ser examinado meticulosamente en su flora intestinal. Reestablecer la flora intestinal y tratar el sistema digestivo del paciente deberá que ser la prioridad número uno para tratar estos trastornos, antes de considerar el tratamiento con fármacos.
Esta conexión entre la relación del sistema digestivo y el cerebro (GAPS) has sido conocida hace mucho tiempo. El psiquiatra francés Phillipe Pinel (1745-1828), padre de la psiquiatría moderna, concluyó en 1807, después de trabajar con pacientes con problemas mentales durante muchos años, lo siguiente: “La sede principal de la locura se ubica en la región entre el estómago y los intestinos”. Hoy en día, el sistema digestivo es la última cosa a la que un psiquiatra presta atención. Discutiremos la evidencia científica y clínica que apunta en la dirección de la conexión intestino-cerebro en pacientes con esquizofrenia. 

Hipócrates (440-370 a.C), el padre de la medicina moderna dijo: “¡Todas las enfermedades comienzan en el intestino!” Por más que aprendemos con nuestras herramientas modernas, más nos damos cuenta de lo correctos que estaban todos ellos.

Para ampliar la información y obtener ideas de una nueva alimentación más saludable puedes visitar la página www.gaps.me