El síndrome del intestino y la psicología (GAPS) establece una conexión entre las funciones del sistema digestivo y
las del cerebro. El término fue creado por la doctora Natasha
Cambpbell-Mc-Bride (experta en nutrición humana y neurología)
en 2004 después de trabajar con cientos de niños con problemas
psiquiátricos y neurológicos, como trastornos del espectro autista,
déficit de atención de hiperactividad (TDA/TDAH), esquizofrenia,
dislexia, dispraxia, depresión, trastorno compulsivo obsesivo, trastorno
bipolar, trastornos de la alimentación y otros trastornos
neuropsicológicos.
Cuando examinamos a estos pacientes en
la clínica, encontramos que además de padecer de las llamadas
enfermedades de la mente, también están físicamente enfermos. Padecen de
trastornos digestivos, malnutrición, alergias, asma, eccema, cistitis
crónica, cándida y generalmente son muy delicados con la comida.
Estas condiciones representan una parte típica del cuadro clínico.
Una flora intestinal que funciona
apropiadamente es el brazo derecho del sistema inmune. Las bacterias
beneficiosas en el intestino aseguran la producción apropiada de las
diferentes células inmunitarias. Hay dos “ejércitos” principales en el
sistema inmune. En primer lugar las Th1 (células T ayudante tipo 1), que
promueven la llamada inmunidad mediada por células, localizada en
cualquier parte en la que el cuerpo tenga contacto con el mundo
exterior. Su labor es luchar contra infecciones en las membranas
mucosas, piel y células interiores. Es la primera y muy eficaz barrera
ante cualquier infección en el cuerpo. La IgA es asignada a este sistema
al igual que la interleucina 2 (IL-2), la interleucina 12 (IL-12), el
interferón gamma y otras sustancias. Como ya hemos visto, la flora del
intestino sano desempeña un papel extremadamente importante para
mantener esta parte activa del sistema inmune.
Cuando la flora corporal está dañada, esta
parte de la inmunidad se hace menos eficiente y comienza a dejar pasar
toxinas y microbios a través del organismo. El cuerpo responde activando
el segundo ejército en el sistema inmune. Las Th2 (células T ayudante tipo 2) son responsables de la
inmunidad humoral o inmunidad de los líquidos del cuerpo. Los
principales contendientes en este sistema son las interleucinas 4, 5, 6 y
10, el interferón alfa y la inmunoglobulina E (IgE). Esta última es el
“maestro” de las reacciones alérgicas en el cuerpo, y es muy activa en
personas con asma, eccema, fiebre del heno y otras alergias. En una
persona con una flora intestinal anormal el sistema Th2 se hiperactiva,
lo cual predispone a la persona a sufrir reacciones atópicas o
alérgicas, inflamación crónica, enfermedades autoinmunes y muchos otros
efectos indeseados. Igual que los civiles armados con las
herramientas incorrectas y sin entrenamiento para luchar, el sistema Th2
no podrá defender el organismo de manera apropiada.
Los seres humanos necesitamos las células
Th1 y Th2 en nuestro cuerpo, pero tienen que estar en equilibrio. El
desequilibrio entre Th1 y Th2, de Th1 con baja actividad y Th2
hiperactiva, es un cuadro típico de infecciones virales crónicas,
alergias, síndrome de fatiga crónica, candidiasis, asma, eccema, autismo
y otras afecciones del síndrome GAPS. ¿Por qué? Porque todas estas
enfermedades, aunque parecen muy diferentes, tienen una cosa en común
–una disbiosis intestinal o una flora intestinal anormal, la cual es el
mayor agente de equilibrio entre las inmunidades Th1 y Th2. Continuando
con la analogía del fuerte, es la flora intestinal la que mantiene
grandes cantidades de soldados en los muros, alerta, bien entrenados y
siempre listos para luchar. Cuando la flora intestinal no funciona
correctamente, los soldados se hacen perezosos y están relajados,
algunos de ellos entran en el fuerte para ayudar a los civiles a
efectuar sus trabajos, y el número de soldados en los muros del fuerte
se reduce, logrando que las Th1 adquieran una inmunidad débil y
desequilibrada con respecto a la inmunidad Th2.
Hasta donde se sabe científicamente, un
bebé antes de nacer es estéril. Su cuerpo no tiene bacterias, virus ni
hongos en su interior.
Cuando llega el momento del nacimiento, el
bebé recibe su primera dosis de microbios al pasar por el canal del
parto. Su piel, ojos, membranas mucosas de la boca y la nariz, adquieren
su primera microflora. El sistema digestivo del bebé obtiene su primera
población de bacterias, virus y hongos a través de los líquidos que
traga en la vagina de la madre. Así que, sea lo que sea lo que vive en
la vagina de la madre, es lo que el bebé recibe.
El establecer una flora intestinal adecuada
en un bebé recién nacido en los primeros días de su nacimiento, juega
un papel crucial en la maduración apropiada de su sistema inmune. Si el
bebé no adquiere una flora apropiada entonces tendrá un sistema inmune
comprometido. Este sistema inmune comprometido no podrá reaccionar de
forma normal contra las agresiones del medio ambiente, como resultado
el bebé tendrá infecciones que serán tratadas con antibióticos, los
cuales dañarán su flora intestinal aún más produciendo un efecto más
negativo.
La mezcla diferente de toxicidad en cada
niño o adulto con GAPS puede ser muy diferente, pero lo que todos ellos
tienen en común es una disbiosis intestinal. La toxicidad, la cual es
producida por la masa microbiana anormal en estas personas, establece
una conexión entre el intestino y el cerebro. Por eso se ha agrupado a todos
estos trastornos y la doctora Campbell-McBride le ha llamado El síndrome del intestino y la
psicología o GAPS.
Los niños y adultos con GAPS presentan
síntomas de autismo, TDA, TDAH, dislexia, dispraxia, esquizofrenia,
depresión, trastornos de sueño, alergias, asma, eccema y cualquier
posible combinación entre todos los tastornos anteriores.
Estos son los pacientes que caen en nuestra
categoría del GAPS dentro de nuestro conocimiento médico. Cualquier
niño o adulto con una inhabilidad para el aprendizaje, neurológica o con
problemas psiquiátricos deberá ser examinado meticulosamente en su
flora intestinal. Reestablecer la flora intestinal y tratar el sistema
digestivo del paciente deberá que ser la prioridad número uno para
tratar estos trastornos, antes de considerar el tratamiento con
fármacos.
Esta conexión entre la relación del sistema
digestivo y el cerebro (GAPS) has sido conocida hace mucho tiempo. El
psiquiatra francés Phillipe Pinel (1745-1828), padre de la psiquiatría
moderna, concluyó en 1807, después de trabajar con pacientes con
problemas mentales durante muchos años, lo siguiente: “La sede principal
de la locura se ubica en la región entre el estómago y los intestinos”.
Hoy en día, el sistema digestivo es la última cosa a la que un
psiquiatra presta atención. Discutiremos la evidencia científica y
clínica que apunta en la dirección de la conexión intestino-cerebro en
pacientes con esquizofrenia.
Hipócrates (440-370 a.C), el padre de la
medicina moderna dijo: “¡Todas las enfermedades comienzan en el
intestino!” Por más que aprendemos con nuestras herramientas modernas,
más nos damos cuenta de lo correctos que estaban todos ellos.
Para ampliar la información y obtener ideas de una nueva alimentación más saludable puedes visitar la página www.gaps.me