09 abril 2012

transpersonal: renacer desde un ego desactualizado

     
La primera toma de conciencia establece una distancia infinita entre YO y mí mismo. Tengo pues que  recuperarme, re-crearme, volver a comenzar. ¿Pero qué escoger? Un nuevo universo, establecer en mí valores de libertad, de alegría y de generosidad. A la mesa de la amistad no nos alimentamos solo de pan y de alimentos, sino sobre todo de amistad.  Es un símbolo de un segundo origen, de la adhesión al nuevo nacimiento; ser hombre es escogerse, armonizar todo su ser a fin de que cante y sea para todos los seres una fuente, una amistad. Es algo muy grande sentir que la toma de conciencia nos invita a trasfigurar el yo en un llamado de generosidad y libertad. Eso vale para nosotros, para nuestra casa, nuestra comida, para el pensamiento. Y vale para nuestro cuerpo.
Estamos acostumbrados a hacer una distinción simplista entre el cuerpo y el alma. La materia tal como la experimentamos, la conocemos solo bajo forma de pasión. El biólogo y filósofo Jean Rostand dijo sobre la actitud ante la vida inconsciente: "El que ha perdido la capacidad de respeto ante la vida biológica es como si estuviera muerto".  Rostand desde una postura mate­rialista, tiene una pasión ardiente por la verdad. Para los sabios el respeto de la verdad es tan importante que el cuidado que le dan a su cuerpo, y a su misma seguridad. Es pues, claro que para los sabios la materia no es un dato bruto sino que está impregnada de pensamiento. La mente encuentra su alimento en el universo y la ciencia jamás deja de ser diálogo. Y si miramos la materia que es el cuerpo, toda su belleza, es una potencia de símbolo. Una mano que estrechamos es todo un misterio en que encuentra su símbolo la amistad y eso es lo que hace su grandeza. Isadora Duncan un día que danzaba dijo: "No soy yo, no me miren a mí, es la idea". Su cuerpo era símbolo de una idea.
La única materia que podemos conocer es una materia en estado de movimiento, que simboliza una presencia. Cada uno modela su cuerpo según lo que elige para sí mismo porque cada uno irradia en el mundo del pensamiento y todo eso es un solo cuerpo y alma: un impulso hacia lo invisible.
Tenemos que nombrarnos totalmente: cuerpo y alma. Tenemos que enraizarnos en un mundo nuevo. La caña pensante de Pascal cuando habla del hombre. Operar la trasformación del punto que éramos en el universo, para hacer una polaridad de luz, de generosidad y alegría. También encontramos la corriente de la muerte. Es una tarea necesaria entender y liberarnos de la muerte, pues hay una muerte que es liberación en que todo se trasforma  en luz y amor, en que la vida es un cohete lanzado hacia a eternidad.
Hay que reconocer el esplendor y la vocación del cuerpo y solo podemos transfigurarnos embelleciendo el cuerpo. El sentido de la mística no es envilecer el cuerpo sino reconocer en él un poder infinito de símbolo, el sacramento del espíritu y la divinidad. La primera revelación de Dios es siempre un rostro de hombre, y todos los textos estarían eternamente muertos si no vivieran a través de un rostro humano, es decir de un cuerpo divinizado. Tenemos pues que volver a crearlo como también volver a crear el pensamiento. Introducir en el cuerpo un impulso de vida y amor contra el impulso de la muerte.
No hay duda de que el cuerpo está llamado a esa trasfiguración, y toda la pureza quiere decir: ¡El cuerpo es un misterio divino y sagrado! ¡No le hagan daño porque todas las fibras de su ser están llamadas a vivir de la divinidad! Entonces se entiende que en este sentido la muerte está vencida, evacuada. Sentimos que cuando el hombre salva solo su piel, perece. El que sacrifica su piel, el mártir, el héroe, pierde su piel pero afirma la vida. Sentimos que el gran viviente ha escogido morir porque ha vencido la muerte.
El fin de todo es que no hay fin, que la vida resucita. Ahí llega el segundo nacimiento: morimos de una muerte que no es disolución sino liberación en que se encuentra el último grado de un amor en que el cuerpo se ha hecho rostro del hombre, en que está listo para comenzar de nuevo. El ejemplo de Cristo en nuestra tradición nos muestra como entrar en la muerte para liberarnos de la muerte, porque venció la muerte, porque no la miramos como último nivel para entrar en la vida. Toda vida puede volver a comenzar y llegar al segundo nacimiento.
Recordemos el alba de la Resurrección y pensemos en el alba de un mundo que puede surgir de un nuevo origen. Conservemos el sentimiento de que el cuerpo está llamado a la vida eterna, que es sagrado y divino, y que debemos tratarlo con máximo respeto. El mundo en que nos introduce Cristo resucitado es un mundo transfigurado. La Pacua no es más que entender el triunfo de la vida en todas sus dimensiones.

Te recomiendo ver el video:  http://youtu.be/sY8tYSqs44U